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Crónica de una chica adolescente




            oy, perdí el volado con mis compañeros de clase y   Así, me dirigí a la vocacional, aunque las piernas se
         Htoca a mi suéter ser el balón de futbol. Desafor-  negaban a obedecerme. Yo pensaba una y mil cosas, no
         tunadamente, no pude terminar el partido; la suela de   sabía si llegar y abrazarla, o llegar y reclamarle.
         mi tenis derecho se despegó.                     Pregunté por ella a un prefecto que estaba en la puer-
           Me dirijo a la silla que se encuentra recargada en el   ta de la escuela y me dirigí al lugar donde me indicó que
         zaguán de la entrada principal de la secundaria. En la   podría localizarla; ella no estaba en ese momento, pero
         ventanilla está recargado Humberto observando hacia   una señora me indicó que iría a avisarle de mi visita.
         la calle.                                        A los pocos minutos, la tuve frente a mí, yo no pude
           Al llegar le saludo y me siento en la silla. Faltan 10   hablar, mucho menos caminar, creo que a ella le sucedió
         minutos para ir a clases. Nos ponemos a conversar y le   lo mismo, así que nos quedamos mirando frente a fren-
         digo a Humberto que cuando llegue a casa mi madre me   te, sin decir nada, queriendo decir mucho.
         pondrá como santo cristo, porque mis tenis están rotos   Salí corriendo como loca. ¡Esa cara! ¡Ese rostro! Era el
         y además llegaré con el suéter hecho un asco. Él me ob-  mismo que muchas veces se presentó en mis sueños. Sí,
         serva y me pregunta: “¿Tu mamá está en casa? ¡Eso es   en mi sueño yo me veía como de cuatro o cinco años y
         mentira! ¡Tu madre trabaja a 10 minutos de aquí, en la   estaba tomándole la mano a mi tía Jose; y cuando ella
         vocacional uno! ¡La que está en tu casa no es tu mamá!”.  venía hacia nosotros, yo me escondía detrás de mi tía y
           Yo me quedo pasmada, no puedo pronunciar ni un   solamente asomaba un poco la cabeza para verle, pero
         monosílabo. Mi cabeza recibe como una descarga eléc-  nunca permitía que me tocase.
         trica y empieza a correr una película a una velocidad   ¡Era ella! ¡Era ella!, pero ahora no había nadie para
         mucho mayor que el rayo de luz; imágenes, frases desde   esconderme y ¡no pude hablarle!
         cuando tenía cinco años empiezan a chocar y a desequi-
         librarme, me tiemblan los pies cuando me dirijo a clases   Llegué a casa y mi mamá me abrió la puerta, cerró
         y no puedo hablar. En el salón no escucho, no veo. Mi   tras de mí y yo me dirigí a una de las sillas del comedor,
         pecho lo siento reventar, quiero que todo termine, me   me observaba sin saber qué preguntar, pero sabía que
         quiero ir.                                     algo me estaba sucediendo.
           Por fin, suena la campana y por primera vez no me dirijo   Tapé mi rostro con mis manos y cuestioné:  “¿Por qué
         a tomar el autobús al metro Candelaria que me lleva a la   me engañaron diciendo que mi madre había muerto?,
         casa, en el kilómetro 10.5, rumbo a la carretera a Puebla.  hoy la vi”.
           Me voy corriendo por el camellón de la calzada Igna-  Ella quedó muda por un momento, y por fin dijo:
         cio Zaragoza. Camino, corro y me tiro en el pasto derra-  “¡Hija, estaba esperando que crecieras para decírtelo. No
         mando todo el llanto que ya me es imposible contener,   quería que sufrieras”.
         así llego a casa, mi madre abre la puerta y pregunta el   ¡No quería que sufriera! Y qué me estaba sucedien-
         motivo de mi retraso, sólo le comento que me vine cami-  do hoy, ¿por qué sentía que mi cuerpo iba a explotar?
         nando de la escuela y traigo deshechos los pies; además,   ¿Cómo contenía tanto dolor?, ¿cómo?
         el tenis ya me lo había quitado y guardado en la mochila,   Así, durante los siguientes tres o cuatro años, quise
         estaba inservible.                             castigar a quienes me rodeaban, sin darme cuenta de
           Me senté en una silla mientras ella me sobaba los pies   que el peor castigo lo recibía yo, fue hasta ese momento
         con su pomada. Nunca supe si presentía que algo me su-  en el que me vi al espejo para decir: “¡Basta! ¡Ya basta!
         cedía porque no dijo nada.                     ¡Yo no tengo por qué cargar culpas que no me corres-
           Le pedí permiso para ir a mi cama, estaba cansada y   ponden! ¡Hasta aquí llegué!”.
         además quería acallar mi mente.                  Después de esa fecha, y antes que mi madre bioló-
           Al día siguiente, llegué a la escuela 30 minutos antes   gica falleciera, pude agradecerle que me dejase con mi
         de la siete de la mañana y el señor Humberto ya estaba   madre adoptiva, que en todo ese periodo luchó para
         en el zaguán, me dejó entrar y entonces continué la   curar mi corazón y llenarme de fortaleza para cambiar
         plática. Le pedí salir una hora antes de que concluyeran   mi vida y ser lo que ahora soy.
         las clases y que me dijera cómo llegar a ese lugar, donde           María de Lourdes Lemus Ortiz
         decía que trabajaba mi mamá.                                                Oficinas Generales
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